La paz, una tarea urgente para la humanidad

Las guerras, los nacionalismos y los populismos han alimentado un círculo vicioso de odio y divisiones a lo largo de la historia, y la religión, que debería ser una fuente de consuelo y unidad, ha sido tristemente utilizada en muchas ocasiones para justificar la violencia. Hoy, sin embargo, se nos presenta una oportunidad de cambiar el rumbo. Francisco nos recuerda que las religiones no deben ser un instrumento para alimentar conflictos, sino una fuerza para promover visiones de paz, como lo demostraron los participantes del evento en París.

Es imperativo que los creyentes de todas las confesiones se unan en esta misión. La fraternidad entre los pueblos no es un ideal abstracto, es una necesidad urgente. En palabras del Papa, "ya estamos destruyendo el mundo". Cada día que permitimos que los conflictos se agraven, nos alejamos más de la posibilidad de construir un futuro en el que las generaciones venideras puedan vivir en paz.

En un contexto internacional marcado por guerras interminables, fundamentalismos, y nuevos desafíos como el cambio climático y las pandemias, la paz parece un objetivo cada vez más lejano. Pero es precisamente en estos tiempos de crisis cuando debemos redoblar nuestros esfuerzos por la fraternidad. El Espíritu de Asís, evocado por el Papa Francisco, es una bendición que nos invita a dejar atrás las divisiones del pasado y caminar juntos hacia un futuro de diálogo y amistad entre los pueblos.

En este sentido, la labor de los creyentes es crucial. No se trata solo de orar por la paz, sino de trabajar activamente para tejer lazos fraternos y promover la justicia en nuestras sociedades. En un mundo fragmentado por demasiadas guerras, los gestos de paz son más necesarios que nunca. Como ha señalado el Papa, "si tantos siguen haciendo la guerra, todos podemos trabajar por la paz".

Este llamado no es solo para los líderes políticos, sino para cada uno de nosotros. La paz no es una tarea exclusiva de las naciones o las organizaciones internacionales, es un deber compartido por toda la humanidad. Cada pequeño esfuerzo cuenta: el diálogo, la empatía, el respeto por las diferencias, todos estos son pasos hacia un mundo más fraterno y menos violento.

La gran tarea de la paz requiere de nuestra sabiduría, audacia y generosidad. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras el mundo se desmorona a nuestro alrededor. Como lo ha enfatizado el Papa, el sueño de Dios para el mundo es la fraternidad entre todos los pueblos, y nosotros, los creyentes, somos los responsables de hacer realidad ese sueño.

En este punto de la historia, donde la humanidad se enfrenta a desafíos sin precedentes, tenemos que elegir: o continuamos por el camino de la destrucción, o apostamos por la paz. El tiempo para actuar es ahora. Las palabras del Papa Francisco son un recordatorio de que la paz no solo es posible, sino necesaria. Depende de todos nosotros ser "artesanos de la paz", para que, finalmente, el grito de "¡detengan las guerras!" pueda ser escuchado y respondido.