Te gustaba decir que las buenas personas mueren de manera súbita, según la tradición que te contaba tu madre. Con eso quiero quedarme, querido Cándido Tancara, como consuelo por tu inesperada partida. Por haber sido un hombre bueno, moriste de manera repentina, cuando nadie lo esperaba y cuando los médicos te habían dicho que tus aflicciones gastrointestinales no eran serias. Pero, como ocurre a veces, tu corazón decidió dejar de latir de improviso.